Sobre la importancia de dar el primer paso, y un consejo para materializarlo.


Es habitual enfrentamos a situaciones que nos cuesta afrontar. Ya sea por simple pereza, por desconocimiento, por miedo, etc. es como si se levantara una barrera ante nuestro propósito. Quiero hablarte sobre este tema para compartir una idea que me está ayudando, al menos, a intentar hacer cosas con mayor frecuencia que antes se me hacían cuesta arriba.

Recuerdo el click que supuso el inicio de mi aventura de doce días en el extranjero. Sabía que, al aceptar el pago del billete de avión hacia Bucarest, no habría vuelta atrás. Encontré resistencia en el momento de apretar el botón, parecía como si alguien sujetara mi dedo para evitar hacerlo. Después, como ya estaba mentalizado de mi estancia fuera de España, planificar el resto del viaje no me resultó complicado. En apenas 48 horas ya había reservado alojamiento en un albergue, alquilado un coche, contratado un seguro de viaje y comprado un diccionario bilingüe.

Valoro mucho el primer paso porque esconde un gran potencial. Es un momento a partir del cual desencadenamos las acciones que nos llevan hacia nuestro objetivo. Hablo del instante del pistoletazo de salida. Antes sólo había pensamientos alrededor de un deseo, pero tras él, hay hechos que nos llevan a materializarlo. Puede ser un gesto muy simple, pero trasciende. Desde mi punto de vista hay una línea que separa el “me gustaría llegar a…” del “empiezo por aquí”. Cuando la cruzas abres los ojos. Empiezas a tomar consciencia de tu situación, de tu objetivo y de la distancia entre ambos. Te mentalizas. A veces, levantamos un muro delante del “empiezo por aquí” y no podemos avanzar (o cruzar la línea). No obstante, no es necesario derribarlo. Mi sugerencia es: acércate a buscar un hueco por dónde mirar. Luego, si logras colarte por él, habrás dado el primer paso. Este concepto hace empequeñecer nuestras propias barreras. Me hace bien integrarlo en el día a día. Por ejemplo, piensa el caso en que necesitas decirle algo importante a alguien pero no te atreves. El hecho de estar delante de esa persona y pronunciar su nombre para captar su atención es un desencadenante. Quizá logres comunicar lo que deseas, o quizá no. Pero has mirado a través de la barrera y ahora puedes tomar una decisión al respecto. 

Según dice un antiguo proverbio oriental: “un viaje de mil millas comienza con el primer paso”. Yo añadiría, “y no importa en qué dirección”. En mi opinión, aunque tomes la contraria, merecerá la pena poner un pie para iniciar la travesía. La certeza de estar encarando ese objetivo con hechos, cuando antes sólo había pensamientos, ya es mucho. La otra certeza, la de ir en la dirección adecuada, se adquiere con el aprendizaje. 

Y finalmente, dejo aquí un recurso, para mí “tela de útil”, a la hora de ejecutar el primer paso, sobre todo cuando más cuesta. Se trata de escribir en un papel la frase para describir en qué consiste (no olvides incluir el gesto que desencadenará más acciones). Por ejemplo: “voy a marcar el número de teléfono de mi jefe para decirle que…” o “voy a sacar el chándal del armario para vestirme y salir a correr” (mejor copia la frase varias veces si el frío te tiene muy pegado al brasero). Cando la idea de avanzar ronda nuestra cabeza, es complicado retenerla si hay otras contrarias haciendo por anularla. Por tanto, al plasmarla en un papel, queda aislada de forma permanente y se vuelve más accesible.

¿Qué te ha parecido esta entrada sobre el primer paso? ¿Te han surgido otras ideas que quieras compartir?

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