Sobre el Viaje al Propio Filtro, o cómo me planté en Rumanía. Parte I.

¿Te has imaginado alguna vez solo, completamente libre, a miles de kilómetros de casa y con ganas de descubrirlo todo? Para mí ha sido un pensamiento especialmente atractivo y difícil de reprimir, una ilusión guardada hasta hace unos meses.

Ahora, viajar sin compañía, me parece más fácil y cualquier destino es más alcanzable, aunque hay tantos que el globo se hace enorme. No obstante, antes de tomar la determinación, pensaba en abandonar por la incertidumbre, tan mal agorera, de verme lejos y sin nadie de confianza al lado.


El miedo a viajar solo es lógico y útil si logramos contenerlo. Ante nuevas situaciones nos mantiene precavidos al rebasar los límites de la zona de confort. Cuando conduje por primera vez en Bucarest estaba nervioso, no me incomoda conducir pero tampoco me apasiona meterme en la boca del lobo, en una ciudad con una densidad de tráfico muy superior a la cual estoy acostumbrado. Tenía miedo y lo asumí. Cómo no me libraría de tal estado de tensión traté de aprovecharlo. Preparé previamente la ruta y puse toda mi atención en la carretera. La pequeña aventura fue un éxito, ni una pitada por las calles. De hecho, estaba muy entusiasmado apreciando el paisaje hasta que, un amable agente, me dio el alto para advertirme sobre la diferencia entre mi velocidad y el límite establecido.

No se trata de ir desafiando todos los miedos. De nada me sirve hacer el pino a 20 metros de altura apoyándome en la barandilla de un puente. Pero si el objetivo merece la pena será la recompensa tras abordar los obstáculos. En mi caso, hice frente a una serie de dificultades antes de partir y después de aterrizar. Algunas son muy comunes entre los “solo travelers”:

Miedo 1. Nunca antes había montado en avión ni pisado un aeropuerto. Era el miedo a confundirse y perder el vuelo, a perder el equipaje, a no encontrar la salida en el aeropuerto de llegada, a no pasar el control policial, a que te piten las máquinas del control de seguridad, a que te registren. Hubiera sido más fácil viajar en coche por España.

Miedo 2. Apañármelas en un país extranjero. Quedarme sin dinero, perderme, ser estafado, ser atracado, coger el bus o el metro equivocados, pedir comida en un restaurante sin poder averiguar los ingredientes del plato, tener un accidente, enfermar, que alguien quiera hacerme daño, conducir por primera vez un coche automático, no saber interpretar las señales, que me multen (45 € concretamente). Estoy más seguro en casa.

Miedo 3. Socializar con gente desconocida. ¿Y si me da vergüenza acercarme a ese viajero o viajera de mi albergue? ¿Y si no logro expresarme correctamente en inglés? ¿si no me entienden? ¿si les parezco aburrido? ¿y si pasan de mí quedándome con la palabra en la boca? ¿y si después del dineral gastado no logro conocer a nadie? ¿si fracaso? Mejor me voy quitando la idea de la cabeza.

Cuando tomé la determinación de emprender la aventura, decidí reflejar en un diario las sensaciones sobre cada miedo que me había frenado. Llamé a este propósito: El Viaje al Propio Filtro. La idea la saqué de un concepto utilizado para evitar conflictos durante una discusión. Consiste en lanzar un ¿por qué? a nuestro interlocutor para viajar hasta su mente y acceder a su manera de ver las cosas, a su filtro. Para llegar hasta el mío le di una vuelta de tuerca y lo apliqué conmigo. Metí el diario en la apretada maleta y, en forma de aventura paralela, me acompañó durante 12 días por el extranjero, poniendo un sentido extra en todo cuanto hacía.


Portada de mi diario (olvidé terminar de dibujar la ruta). 

Ardo en deseos de contarte cómo fue mi primer superviaje pero será en la segunda parte. Mientras, me gustaría saber qué piensas acerca de viajar sin acompañantes. ¿Te parece peligroso? ¿te fascina la idea? ¿nunca lo harías? Te animo a dejar un comentario o si lo prefieres escribirme al correo.

6 comentarios:

  1. Lo del inglés tenías que habértelo quitado de la cabeza, si hablas perfecto!! Lo que sí me parece muy atrevido es lo de pillar el avión por primera vez solo, con la de movidas que pueden pasar ahí...

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  2. Muy chulo el post. Yo creo que es más difícil vencer el miedo a ese viaje cuando es por placer, ya que si te ves obligado una primera vez por trabajo o lo que sea, la siguiente vez que viajes sólo no te producirá tantas incertidumbres. Yo lo haría, y espero hacerlo algún día.

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    1. Gracias Maty! Si realmente te apetece no lo dejes a un lado. La ilusión es suficiente motivo para hacer frente a los obstáculos que puedan frenarte.

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  3. El miedo y la ignorancia son dos conceptos que se abrazan. No hablo de la ignorancia como el término peyorativo tan frecuentemente usado para el desconocimiento de una materia, sino ignorancia como falta de experiencia. La ignorancia es un "mal" que afecta al que tiene miedo que a su vez no le permite ganar experiencias, por lo tanto más ignorancia y más miedo. Un bucle.
    Desde luego hay que armarse de valor para romper todas las barreras que rompiste en tu viaje, sin embargo, en mi opinión, es justo saciar al cuerpo de adrenalina y nuevas sensaciones de forma más modulada, para permitir una mejor asimilación. Por ejemplo, el primer vuelo, dentro de España y el siguiente a una ciudad europea, para acabar, de forma progresiva, dando la vuelta al mundo.
    No obstante, superar miedos es algo muy personal, tan personal como cada individuo que te encuentres en el camino, que más que costumbres de su país, tiene las costumbres de su casa.
    Y, miedos aparte, tu verano en Rumanía no se lo salta un rumano.

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  4. Es curioso que los que acabamos la carrera sin huir de Badajoz seamos los que más lejos hemos terminado de allí. Me alegra leerte.
    Un abrazo desde un lugar lejano ;-)

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  5. El miedo es un buen y honrado compañero de viaje; transformado en medida prudencia es una virtud, y si es una patología, constituye un muro infranqueable para toda trayectoria. Todos sentimos miedo a diario, es lo natural; pero superarlo es quizá lo mas bonito de la carrera de obstáculos que supone vivir.
    Por supuesto, Pedro, tu post es fantástico. Y he aquí una pequeña debilidad secreta: No soporto los aeropuertos, el control de seguridad, las esperas, las colas, las carreras, la incertidumbre... Prefiero el tren.

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